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Nosotros tratamos de obedecer la Ley de Dios con el fin de vivir con Dios, pero era inútil el pensar que nosotros podemos--nosotros no podemos para de pecar. Así que Dios nos ayudó a nosotros: Él envió a su propio Hijo al mundo con el fin que su Hijo pueda expiarnos de nuestros pecados. Su Hijo vino teniendo un cuerpo que es como un cuerpo de nosotros que pecamos. Su Hijo vino a ofrecerse a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados. Cuando Él hiso esto, Él también mostró que nuestros pecados son verdaderamente malvados, y que cualquiera que peca merece ser castigado. Por lo que podemos ahora completar todo lo que Dios requirió en Su ley. Hacemos esto, no por actuar a la manera de nuestros deseos malvados, pero en lugar de vivir como el Espíritu de Dios desea que nosotros vivamos.