Nadie puede acusarnos a nostros ante Dios de hacer el mal, porque Él nos ha escogido a nosotros para que le pertenescamos a Él. Él es el que nos a puesto justo con Él mismo. Es Jesucristo mismo que ha aboga con Dios por nosotros. Es Cristo quien murió por nosotros y que también se levantó de los muertos. Es Cristo quien está en el lugar de honor, donde Él reina con Dios. ¡Él ciertamente no nos condenará a nosotros!