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El próximo día, cuando ellos habían bajado de la montaña, una gran multitud de personas fueron al encuentro de Jesús. Repentinamente, un hombre de la multitud le llamó: ¡Maestro, te suplico, que hagas algo para ayudar a mi hijo! Él es mi único hijo. Un espíritu malo repentinamente se aprovecha de él haciendo que grite. Éste lo sacude violentamente y causa que salga espuma de su boca, y cuando ésto pasa lo lesiona severamente. Fuí con tus discípulos rogándole que ordenaran al espíritu malo que saliera de él, pero ellos no fueron capaces de hacerlo.