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Esos líderes entendían que Dios me había dado esta misión especial. Así que Santiago, Pedro y Juan, los líderes de los creyentes en Cristo, líderes que mucha gente conocía y honraban, nos dieron un apretón de manos a nosotros porque somos compañeros de trabajo. Acordamos en que Dios nos había enviado a los no Judíos, quienes no eran circumsisos, y que Dios los había enviado a ellos a los Judíos, quienes estaban circusidados. Sólo nos exhortaron a recordar a los pobres entre los creyentes que vivían en Jerusalén. Y eso es exactamente lo que he estado deseoso de hacer.